La desigualdad comunicativa reproduce desigualdades sociales

El acceso desigual a herramientas comunicativas no es un detalle menor: es un reflejo y, al mismo tiempo, un motor de desigualdad social. Cuando un grupo de personas, por distintas razones, no puede expresarse con claridad y seguridad, su voz queda relegada y sus demandas no llegan a espacios de decisión. Así, las brechas comunicativas se convierten en brechas de participación, de representación y de incidencia en políticas públicas.

COMUNICACIÓN

Micrófonos
Micrófonos

Está claro que quienes tienen menos ingresos enfrentan una doble exclusión. Esto aplica tanto para las personas como para instituciones y organizaciones sociales. En el ámbito de la formación en comunicación y vocería, por ejemplo, existen consultoras de prestigio en el país, pero son evidentemente inaccesibles en términos económicos. Quienes acceden a ellas suelen ser ejecutivos/as de grandes empresas, mientras que otros líderes y lideresas —docentes, emprendedoras, dirigentes sociales, entre otros— no encuentran espacios de calidad, cercanos a sus propósitos y con precios justos.

El problema va más allá de lo económico. No se trata solo de tener acceso a Internet o a un curso: se trata de contar con las competencias comunicativas necesarias para participar en igualdad de condiciones. Hablar en público, redactar un artículo de opinión, elaborar un discurso, explicar un tema técnico o sostener una vocería ante medios de comunicación son habilidades que no siempre se enseñan en la formación académica ni están al alcance de todos/as. Sin estas herramientas, el acceso a espacios digitales o presenciales se vuelve insuficiente, y la voz de muchas personas sigue sin ser escuchada.

La desigualdad comunicativa no solo limita el desarrollo personal: restringe la participación democrática y perpetúa la exclusión social. Si queremos una sociedad más justa, debemos garantizar que todas las personas, sin importar su origen o situación económica, puedan tomar la palabra con claridad y seguridad.

Ese es justamente el propósito con el que surge Escuela para Tomar la Palabra: ofrecer formación accesible, pedagógica e inclusiva para quienes lideran, enseñan, emprenden o movilizan causas, de manera que ninguna voz quede fuera por falta de herramientas.