Yo sólo quería ser emprendedora
“Yo sólo quería emprender y resulta que ahora tengo que ser vocera también”, me dijo hace un tiempo una mujer en un taller para emprendedoras. Me llamó la atención el dejo de agobio que había en su voz.
Ilsen Jara


Es habitual que quienes deciden crear su propio proyecto no dimensionen todo lo que implica embarcarse en ese tremendo desafío. Saben que la tarea será ardua, que deberán asumir múltiples roles y que, en ocasiones, flaquearán. Todo esto lo alcanzan a prever. Sin embargo, como si fuera poco, pronto descubren que, además, deben saber comunicar su proyecto; es decir, sin mayor preparación, deben convertirse en voceras.
¿Y qué significa esto? Que la persona que emprende también es la voz, el rostro y la esencia de su marca. Lo que diga —o no diga— será asociado directamente con su proyecto. Por eso, comunicar con claridad, seguridad y convicción puede marcar la diferencia entre pasar desapercibida o dejar huella.
Hoy, las redes sociales y los medios de comunicación ofrecen valiosas oportunidades para visibilizar emprendimientos. Incluso medios tradicionales han abierto secciones dedicadas a rescatar historias potentes de proyectos que vale la pena conocer. Claro que esto se agradece, pero si queremos “subirnos al carro”, debemos conocer los códigos de estas plataformas: cómo funcionan, qué demandan, qué esperan.
Por lo tanto, para usar estos espacios a nuestro favor y lograr que más personas conozcan lo que hacemos, no podemos improvisar. Prepararse, construir mensajes con propósito, elaborar un discurso persuasivo y comunicar con impacto no es un talento innato: se puede aprender y entrenar. Y aunque un emprendedor o emprendedora pueda verlo como una carga adicional, asumirlo como una ventaja competitiva es vital, porque sin una vocería clara y segura, incluso los mejores proyectos pueden pasar inadvertidos.
Para que eso no ocurra, te comparto algunas sugerencias para empezar a construir tu relato y cautivar a tu audiencia:
En primer lugar, cuenta quién eres, qué haces y por qué lo haces.
Una buena historia conecta mucho más que un discurso técnico. Las personas no se mueven solo con datos, se mueven con emociones, desafíos y pasiones. Eso le da vida y humanidad a tu marca.
Estructura sugerida del relato personal:
a. Inicio emocional o situación real.
Ejemplo: “Todo comenzó cuando tuve que renunciar a mi trabajo porque no podía compatibilizarlo con la maternidad…”
b. Problema o búsqueda.
Ejemplo: “Me di cuenta de que muchas mujeres estaban en la misma situación: llenas de talento, pero con pocas oportunidades de generar ingresos desde casa.”
c. Solución y propuesta.
Ejemplo: “Así nació mi emprendimiento de asesorías online, pensado especialmente para mujeres con hijos/as.”
d. Propósito y mensaje final.
Ejemplo: “Hoy no solo vendo un servicio. Empodero a otras mujeres para que crean en sí mismas y no renuncien a sus sueños.”
Al final, emprender también es aprender a tomar la palabra. Porque sin voz no hay proyecto visible, y sin visibilidad no hay impacto posible.
